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La primera mosca

por: Ricardo Gutierrez


Prólogo por Reni Díaz

La danza de la mosca, el augurio de la flor


“La primera mosca” es, sin limitarla en un intento malogrado de definición, una ruta
que atraviesa el hondo hueco de la humanidad bestial que nos habita y que
habitamos. Es un síntoma, el primero en este caso, de una inminente
des-composición. La mosca es el indicio de que algo se está poniendo malo incluso
cuando todavía no se ve; es el primer paso para iniciar la búsqueda y de eso va la
invitación a zambullirse en este libro: recorrer el agujero negro que son las
ausencias, los vacíos que se rellenan con nada, la nada, la infancia, las angustias,
el querer y el preguntarse si uno es o no es: poeta, amante, amado, bestia, niño,
poema, padre, hijos o buscador, cazador de moscas empedernido, atrapador de
síntomas de la humanidad con el objetivo de ver nacer, aunque sea de alguna
grieta, la flor.

Asomarse al pozo oscuro de la humanidad no es algo de lo que uno salga intacto, y
mucho menos algo en lo que se pueda ver con facilidad la belleza; pero Ricardo
Gutiérrez logra hacer foco en aquello que nos trae algo así como esperanza. Porque
un agujero negro es ante todo oscuridad, claro, pero también fuerzas, destellos,
velocidades y tiempos; y qué es una vida humana sino esto. Qué es una vida, qué
son muchas vidas, sino los cruces y vaivenes en el tiempo y los dolores que nos
tocan; qué es la vida sino una confluencia de caminos, danzas y palabras que nos
habitan; qué es sino el lenguaje, los lenguajes, que nos viven. Porque las palabras
son el principal lenguaje, sí, pero ver:

el caimán que llora en tus ojos
la inmóvil lengua de la bestia
el azúcar de otra luz y
los ramos del olvido

es ver con otros ojos, es mirar con ojos de niño un mundo roto y pegar con memoria
uno a uno los pedacitos que vamos encontrando hasta a armar no el mismo mundo
roto, sino uno al menos un poquito mejor, con una flor más entre sus grietas, con un
ojo de niño mirando el futuro pero sobretodo observando el presente.

Este camino de rutas selváticas, de mares frescos, de bocanadas de aire y María
Gadú, nos invita a pensar la noche, no como la representación explícita de la
oscuridad humana, sino al contrario, como las horas en las que se revelan los
misterios, donde el velo se corre y el pensamiento puede sangrar en paz, con vino,
con lágrimas y rituales de amigos o soledad, con perros que no existen pero que
ladran a los caballos que montamos en nuestra imaginación.

La primera mosca es el augurio de lo putrefacto. También es una posibilidad de
asumir lo podrido, lo propio y lo ajeno, y esbozar un mapa de acciones: cultivar
citronella, poner a resguardo la fruta, incinerar los muertos.

En algunos lugares -sobre todo los más selváticos, tropicales- donde las comidas
principales se comen al aire libre, se acostumbra a colgar arriba de la mesa un CD
en desuso con el objetivo de espantar las moscas. El reflejo del sol en el platinado
del disco genera un rechazo y una alerta a las moscas que termina por
ahuyentarlas.

Este libro, esta melodía que va flotando y nos lleva con ella a lo mejor y a lo peor de
nosotros mismos, es la acción de colgar el disco sobre la mesa habiendo luchado ya
toda una vida contra las moscas, que son siempre <la primera mosca>; es soplar el
polvo de las ausencias y apretar entre las manos un ramo de flores que han ido
creciendo entre las grietas de cada olvido, de cada dolor; es la plegaria con la que
cierra, de momento, el camino: que dependa de nosotros la flor.

Tel: 15 3544 59 44 65

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(5885) Los Hornillos - Dto. San Javier - Córdoba


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