Prólogo
Los últimos gritos, dijo mi paciente cuando termino de contar lo ocurrido aquella tarde, y después
lloro varias veces durante la sesión. Hablar de su divorcio la hacía llorar. Aquella tarde había
desocupado la casa donde vivió diez años con el padre de su hijo, ese hombre al que ahora
llamaba por su función remanente. El padre de su hijo le había gritado, le dijo que la casa no
estaba en las condiciones del acuerdo.
Estaba dolida, pero parecía aliviarse repitiendo aquello de los últimos gritos.
No pude evitar imaginarme una novela con aquel título, o una película.
Ocurre que a veces entro por la música de las palabras, o por el asombro de verlas jugar un juego
que no hubiese imaginado.
Es entrar por terceras puertas, por las que el otro nos desliza diciendo, a su modo, las cosas que
dice. Alguien que nos dice “es por aquí”, aunque no sepa que lo está diciendo.
La poesía nos enseña a escuchar, y no está en mi ánimo discutir sobre traiciones a la técnica en
materia de interpretaciones ni de como intervenir en un discurso.
De eso se trata la poesía de Claudio Amancio Suarez, de mostrarnos en las palabras de siempre
esas terceras puertas, las que abren a otras pieles de lo cotidiano.
Materia intima, dijo Claudio, “…es un libro pequeño de un mirar atrás, adolescencias, amores y
perdidas que creo recordar de alguna manera, perdidas recuperadas en algunos poemas…”, dijo
también “… tal vez sea mi último libro, pues lo que tenía que decir, también de alguna manera ha
sido dicho, sino corres el riesgo de repetir cosas y que se yo…, quedara para otra oportunidad
armar una antología si es que se puede hacer y si hay tiempo y sino bueno, ya está hecho lo que yo
tenía que decir sobre ciertas cosas, y bueno eso, está ahí, los libros se juntaran alguna vez, ya no lo
sé…”
Sospecho que el autor necesita cultivar el oficio del despedirse. Usando su particular modo de
decir, diré: “creo recordar” despedidas anteriores.
Despedidas comunicadas en tono de primicia confidencial.
La última fue hace un año, acompañando el anuncio de su anterior libro. Pero también “creo
recordar” que la hubo en el anterior al anterior, es decir, ya hubo otros últimos libros de este
enorme poeta, paradójicamente, de poca palabra. Pero no se trata de despedidas en la búsqueda
de medir más, aquí hay un mensaje, un decir sobre lo irremplazable de lo que deja ir.
Escuche decir de artistas que tienden a retener sus obras, que les cuesta desprenderse de ellas,
incluso de aquellas que realizaron por encargo ¿será para evitar la dolorosa sensación de vacío
que - según dicen -, viene después de la pérdida? Ya no lo sé…
Creo que el autor necesita mentirle a cada producción poética con la que sale del brazo. Necesita
hacerle creer (y tal vez creerse) que ella será la última, ¡más que eso!, también la única y definitiva
y que, a partir de ese momento, todas las anteriores murieron para él.
Digamos que entre Claudio Amancio Suarez y el tango no hay distancia y que, por esa razón,
seguramente seré disculpado de traer a este prologo algunos versos de Homero Manzi que
ilustran sobre estas muertes dudosas.
“No habrá ninguna igual, no habrá ninguna, ninguna con tu piel ni con tu voz
Tu piel, magnolia que mojo la luna, tu voz, murmullo que entibio el amor
No habrá ninguna igual, todas murieron, en el momento que dijiste adiós”
Pero estos juramentos no suelen durar para siempre, duran lo que dura la elaboración del duelo
por una pérdida importante.
¿Y luego?
Luego, todas las que murieron, resucitaran.
¿Y si esta vez fuera cierto?
Si así fuese, la poesía de Claudio Amancio Suarez no estaría en riesgo, porque es anterior a sus
poemas y más allá de ellos.
Una vez en Brasil le pregunte a un vendedor de artesanías donde vivía y él me respondió: en todas
partes. Me sorprendió su respuesta y seguro puse cara de no entender. Entonces el artesano me
explico que él vivía en ese momento y que lo seguiría haciendo cuando buscara otro cliente o
cuando se refrescara en el mar.
• ¿Pero tiene una casa? - le pregunte
Me respondió que sí, que la tenía, pero aclaro: na minha casa eu moro, mas eu vivo em todo o
lado
Los poemas de Claudio Amancio Suarez moran en sus libros y en sus lectores, pero su poesía vive
con él, en todas partes y en todos los momentos.
Lo conozco desde antes de los tiempos gramaticales, de las noches largas en el Rincón Mendocino
de la Obispo Trejo. Entonces disfrutaba de escuchar los solos de Suarez, monólogos sobre los que
alguna vez escribí:
“…Y va jalando de las ideas, las va anudando y hace una red,
que arroja al aire y atrapa en vuelo una esperanza…”,
Esperanza con la cual - anda diciendo -, no llevarse bien. Pero elijo no creerle, ya sabemos cómo
es.
Materia íntima es una entrega desprendida, supongo que toda poesía busca serlo, pero nuestro
autor logra concedernos, como siempre - pero como nunca -, lo esencial, riesgo que no cualquiera
toma, entrega que no es cualquier entrega.
Alguien dijo que es peligroso exponerse
Yo pensé que no hacerlo podía ser una forma de suicidio
Otro agrego: después de la entrega viene el vacío
Yo pensé que eso era una gran mentira
Materia intima es una entrega exquisita.
Recuerdos, sueños y despertares que se cruzan y entrelazan, que forman una trama sostenida en
la urdiembre que los llama a unirse en la belleza. Poemas que parecen conversar entre ellos,
hacerse preguntas y darse respuestas sin egoísmos y sin defender ninguna verdad para siempre.
Creo que Claudio Amancio Suarez, con su Materia intima, le devuelve a las personas y a las cosas
de su vida la energía necesaria para seguir viviendo, y también la esperanza, aunque ande diciendo
no llevarse bien.
Alberto Godino