Hay que tener el oído preparado: una mujer canta y sus metáforas son bellas como un atardecer entre las sierras o como arder la noche con la piel abierta.
Hay que tener el oído preparado: una mujer canta y habla con paradojas que develan nuestra propia condición de seres desterrados, de maderas condenadas al ardor del desamparo, de naves que cabalgan los mares del naufragio y niños hambrientos que interpelan. Y si no fuera así, si no fuéramos contradictorios y complejos: “¿Por qué tan parecido al cielo/ lo que llamamos pecado?”.
Hay que tener el oído preparado: una mujer canta. Deslumbrada ante los distintos territorios de la vida y de la muerte, una mujer canta. Habla del caos de ser habitantes de este tiempo, de las formas de caer o de romper paredes porque “La humedad pudre/ el rincón donde cantábamos/ y no hay tiza que demarque/ una baldosa sin recuerdos”.
Hay que tener el oído preparado: una mujer canta. Humaniza los sueños y pronuncia certezas implacables (“Nadie está a salvo/ en el jardín de las delicias”, o “Dios es una mujer/ que teje y desteje las esperas/ mientras nuestras expediciones/ al paraíso/ fracasan y fracasan.”)
Hay que tener el oído preparado: una mujer canta. Dicen que ha escaldado la poesía en el tajamar de las historias. Historias de hombres y mujeres abrigados a la luz del desarraigo, iluminados de incertezas y temblores, que preguntan y se preguntan “de qué lado de la puerta/ está el hogar”. Habla de hombres y mujeres disociados en su condición de víctimas y victimarios, que caminan a tientas entre senderos insomnes o buscan la desnudez ajena en los ojos del Gran Hermano para no mirar sus propias llagas.
Hay que tener el oído preparado: una mujer canta. Dicen que “Es de poetas/ encarnar con naranja/ y pescar sardinas”, que escribe versos al pie de las montañas y comparte las palabras como un pan ofrendado en la mesa de su gente. Dicen que ha aprendido que “el amor se devalúa/ entre envoltorios de celofán/ y mastines rencorosos”, pero que una metáfora puede curarnos.
Hay que tener el oído preparado: Claudia Tejeda canta. Y el alma resplandece al escucharla.
Daniel Ruiz Rubini