Prólogo
En esta obra el autor parte de una serie de reflexiones en torno al espacio real del aula como instancia de una humanización en el proceso de enseñar y aprender.
Nosotros creemos que para comprender la propuesta de este trabajo resulta necesario analizar el conocimiento que tiene el autor, a partir de lo que expresa y no exclusivamente de descubrir su lectura de la realidad educativa, los instrumentos que utiliza o ha utilizado para hacerlo, sino también de la forma en que concibe esta problemática. Por eso resulta importante visualizar cuáles son los mecanismos con los que compone su construcción, y también situarlo a él y a su obra en el contexto socio-histórico de esta labor.
Para esta tarea que enuncio tengo una inmensa ventaja respecto de quién lea el presente trabajo y se debe al profundo conocimiento que me consta de la labor, de su preparación y de la formación ética y estética desde donde el autor, mi amigo Rubén Quindt, levanta este edificio de opiniones y afirmaciones que me llevan a aceptar su obra y acompañarlo como editor y como compañero docente, ya que me honra con su cercanía y profundo conocimiento de lo que expresa.
Aun en la disidencia compartimos miradas, y evaluamos a la par, la profunda responsabilidad de la educación y por ende de los educadores en la transformación de la sociedad. Por ello confío cuando dice “Desde allí empezamos a mirar nuestra objetiva y subjetiva posibilidad de elegir la docencia como proyecto de vida con algo de claridad en saber que íbamos a brindar esfuerzos y tiempos valiosos de nuestras vidas hacia el desarrollo personal del prójimo, en términos políticos y sociales tendientes a la humanización. Y poner en la mesa de decisiones la aseveración que es otro tiempo
histórico, otra sociedad, otros padres, otros alumnos como marco de dónde nos vamos a desempeñar, exigiendo así la reconstrucción del rol.”
Creemos que para llegar a la concepción que autor afirma respecto de “Lo cognitivo, lo emotivo y afectivo confluyen sobre este concepto identitario “ hay que estar realmente convencido como él lo afirma en el título de este trabajo. El autor pasó por su universo educacional de decisiones, de elecciones, y posicionamientos que como docente y trabajador ha asumido en su vida, su formación laboral como educador y principalmente como educador de educadores y como activo participe sindical. Solo así es posible alcanzar las representaciones principales de sus afirmaciones.
El autor reactualiza la vieja pregunta: ¿La docencia mantiene aquella mirada inicial de ser un sacerdocio? Nosotros humildemente esbozamos una respuesta negativa respecto del punto, y lo hacemos desde el clivaje que nos permite Pierre Bourdieu cuando afirma que el mundo social en el que se enmarca nuestra labor depende de la concepción que permita comprender las prácticas haciendo uso de los instrumentos de la ciencia.
Esta es una postura de resistencia no sólo teórica sino también práctica y por otras afirmamos, que es necesario leer en el libro de Rubén Quindt. Pero también es cierto que las categorías sociológicas con las que analizamos la realidad no están pensadas en un habitus, ni en un campus argentino y latinoamericano, por tal razón afirmo la importancia que redobla la apuesta en las aseveraciones de Quindt. Prefiero a esta altura proponer a Rodolfo Kush para pensar a la América desde la América Profunda, desde el sentir latinoamericano y popular; concepto que podemos sintetizar en la categoría llamada “Estar siendo” basado en el sentir y el descifrar la realidad desde aquí y para aquí, del mismo modo que lo hace el autor de este libro.
La obra que hoy presentamos sostiene en los dichos de su autor “Desde mi experiencia pedagógica y didáctica sentencio que la calidez humana es el recurso inicial por excelencia para enseñar y que se logre aprender.” La pregunta que me surge como lector y que dejo planteada para los lectores que vendrán es si esto alcanza.
La coyuntura política y social del año en el que se edita este libro nos pone frente a la disyuntiva si ha sido suficiente el trabajo realizado en lo últimos cuarenta años de democracia. Hoy los valores institucionales que fueron recuperados después del periodo más oscuro y cruel de nuestra historia contemporánea, parecen estar en dudas y todo es un tembladeral ideológico, teórico, que pone en cuestionamiento también las prácticas.
Los instrumentos didácticos pedagógicos son los medios de producción del conocimiento y del trabajo docente, por lo consiguiente estos deben estar en manos de los trabajadores, de trabajadores como Rubén Quindt, que afirma que “Nunca debemos tirar la toalla”.
Ustedes, estimados lectores, serán quienes tendrán ahora la próxima palabra.
Ricardo Di Mario
editor